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Influencia panameña

Influencia panameña

Desde antes de venir a vivir a Panamá, conocía las molas. Y sabía que eran realizadas por culturas indígenas de Colombia y Panamá, aunque desconocía que formaba parte de su vestimenta (tenía el concepto errado que se tratase de una manifestación srtesanal solamente): nuestra amiga María nos había regalado un forro para cojín que ella había realizado con una mola comprada en Colombia y que yo utililzaba sobre una mesita de noche porque no tenía un cojín de ese tamaño. Cada vez que observo una mola quedo asombrada por los detalles, la dedicación, la técnica, el diseño, la fantasía y la paciencia que estas mujeres deben de tener al confeccionarlas para después elaborar sus blusas. Hay que pensar que en cada blusa se utilizan dos molas “iguales” (una en la parte frontal y otra en el reverso).

Al llegar a Panamá, y visitar ferias de artesanía tanto en la capital como en la provincia, volví a sentir la hermosa sensación de descubrir obras de arte. No pasaba evento al cual no asistiese para “cazar” mis tesoros. Y la verdad es que hasta ahora he logrado reunir un buen número de molas, muy diferentes entre sí porque me gustan las rarezas. Una de las que más me gusta representa un Rey y una Reina de un mazo de naipes/cartas con unos detalles increíbles. Cual fue mi alegría al descubrir que no solamente en las ferias anuales podía comprar tales bellezas, sino en los mercados artesanales que había empezado a visitar para buscar los trajes típicos de mis hijos para el colegio (la verdad que resultaba bastante lógico pensar que fuera así, pero por algún motivo no había llegado a pensarlo hehehe).

La parte difícil es “deshacerme” de ellas para convertirlas en “algo”. Algunas las había comprado para decorar el cuarto de los chicos (se me pasaron las ganas al pensar que necesito un taladro para colgar algo en las paredes y no un simple martillo!), porque representan un Diablo Rojo (bus tradicional de Panamá) y un avión lleno de personas y animales. Otras las quería para mi, pero no puedo hacerme solamente bolsos (yo los maltrato hahaha!). En ese entonces no sabía colocar zipper así que estaban descartados los cojines… Y a la final, están todas guardaditas en una caja, esperando me llegue una iluminación!

De los Emberá Wounaan no conocía absolutamente nada, pero visitando las ferias empiezas a darte cuenta cuándo algo proviene de su cultura: los colores en los atuendos y una cestería refinada son características que enamoran a cualquier amante de lo autóctono. Hay algo que me gusta mucho de ellos y que cuando las tengo enfrente, no logro decidir cuál de ellas es la más bonita: unas máscaras de animales que nosotros colgamos de las paredes, pero que ellos utilizan precisamente como lo que son, máscaras! 

En una ocasión hallé varias molas más pequeñas (nunca le había puesto mucha atención a ese tipo de producto, enfocada como estaba en las molas tradicionales), algunas de ellas geométricas, otras de animales. 3 de ellas representaban unos gatos, e inmediatamente supe que las usaría para regalar a alguien amante de los felinos. Unos años más tarde, mi partera alemana vino a visitarnos a Panamá y le hice un bolso cruzado con dos de esas molas “gatunas”. Era una buena ocasión para que apreciara el arte local unido a algo moderno y útil. Con otra mola, hice otro bolso parecido al de ella, para que se lo llevara a una señora casi vecina nuestra, mientras vivíamos en Alemania, y que fue como una tía para nosotros. Ambas tenían gatos en la casa así que el éxito estaba asegurado! Para la mola de ardilla, encontré una tela dentro de mi selección, que estaba más que perfecta: unas avellanas! Si lo hubiese querido hacer a propósito, no lo hubiese logrado. Y así realicé varios bolsos similares, que aunque no pueden ser considerados “artesanías”, ayudan en la divulgación del patrimonío cultural panameño.

De los Kunas, no sólo aprendí a incorporar sus molas en mis productos, sino también las cintas que utilizan en la elaboración de sus blusas, justo encima de donde la mola viene cosida a la tela. La verdad es que fue pura coincidencia que dí con ellas, puesto que estaba haciendo mis compras “habituales” en una mercería del centro y como siempre tiendo a comprar más de la cuenta (léase lo-que-me-pueda-servir-algún-día), así que me llevé unas cuantas cintas muy coloridas. Qué creen? Resultaron divinas en mis bolsos Karina, añadiéndoles ese toque tan especial que las hacen realmente únicas (estrellita roja aparte).

Unos años más tarde, una amiga me pidió sugerencias para poder regalar a unas españolas que venieron por trabajo a Panamá, algo que fuera “típico” pero funcional, y preferiblemente que lo pudieran utilizar al regresar a España. Hicimos un inventario de la oferta local y, aparte los llaveros, ceniceros, molas sueltas, bolsos de molas, collares de perlas y demás muestras de artesanías, fue difícil conseguir algo que pudiera servir a las casi 2 docenas de personas de la misma manera, y conservando además la personalidad necesaria para que cada una se sintiera identificada con su estilo. Fue ahí donde me acordé que había visto unas bufandas “infinitas”, realizadas con tres telas diferentes y que se colocaban con dos vueltas alrededor del cuello, mostrando mayormente la tela favorita, pero luciendo al mismo tiempo las otras dos al mismo tiempo. La idea fue aprobada para que se realizaran con las telas que utilizan las etnias Kuna y Emberá Wounaan en la realización de sus faldas.

Era la primera vez que trabajaría con dichas telas y la curiosidad era muy grande. Cuando fui a comprarlas, me costó ubicar el pequeño local que me habían descrito, ubicado en un sótano, cerca del Casco Antiguo, pero cuando entré me sorprendió la variedad de diseños que habían y al no necesitar pedazos muy grandes, pude zambullirme en el cajón de los retazos donde la diversidad de patrones era aún más grande. Zebras, cocodrilos, ranas, flores, tucanes, parecían estar ahí esperándone! Resultado? Llegué a la casa con una bolsa llena de tela azul y muticolor, lista para empezar a combinarlas.

Confieso que resultó más agradable trabajar con la tela de los Kunas porque se asemeja a las telas batiks de Indonesia, mientras que la de los Emberá Wounaan (la paruma) resultó complicada porque se le corren los hilos con extrema facilidad y por ende el dibujo ya no queda parejo. En algunas de las piezas kunas, utilicé también retazos de la tela roja que las indígenas utilizan para cubrirse la cabeza. El contraste es bastante interesante. En algunas telas los patrones me recordaban motivos del sur de España, donde se respira todavía la influencia árabe.

El resultado fue extraordinario, no sólo por el producto como tal (al parecer las señoras quedaron encantadas con el regalo que recibieron), sino porque además quise que en el empaque estuviera una pequeña reseña acerca de cada una de las culturas (según el caso). Considero importante conocer algunos datos del país que se visita, y más si se pueden aprender de una forma placentera y divertida.

Después de esta experiencia, he realizado varios de mis productos con tela kuna (que como dije es más resistente y fácil de trabajar que la paruma), como los porta-cargadores y las cartucheras/lapiceras. Le agregan ese toque de originalidad a las cosas que los hacen diferentes del resto del grupo y que puede representar un pedacito de Panamá aún en objetos que no son considerados tradicionales.

¡QUE VIVA PANAMÁ!

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