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Prueba

Prueba

Difícil hablar de uno mismo, pero a veces toca.

Nací un 9 de febrero de 1972 en una pequeña ciudad, Valdagno, ubicada en el norte de Italia. Considero tuve una infancia feliz, puesto que nunca llegué a preocuparme de otra cosa que no fuera estudiar y jugar, sin contar que trabajaba en cualquier cosa para ganarme el dinero necesario y poder así comprar lo que quisiera, sin tener que pedirlo en casa. Mi abuela, junto con mi bisabuela, fueron las que me enseñaron a tejer con ganchillo y a bordar a medio punto y punto de cruz desde que era una niña. Quedaba deleitada por la cantidad de lanas coloridas que veía en sus armarios y cómo se convertían en suéteres, bufandas, colchas para las camas, cojines, etc. Podía pasarme horas, sentada junto a ellas dos, cerca de la ventana de la cocina, a tejer cualquier cosa pudiese en ese momento. Nada serio, pero era un pasatiempo divertido y relajante (además que te daba el chance de conocer historias del pasado contadas directamente por sus protagonistas).

En 1979, nos mudamos a Venezuela, precisamente en Caracas, por trabajo de mis padres. Confieso que el impacto fue bastante grande, entre el idioma, el clima, la gente, el hecho de vivir en una capital cosmopolita y moderna y haber dejado a familiares y amigos atrás. Eso llegó a condicionar mi habla, tartamudeando cuando me ponía nerviosa (ya pueden imaginar cuántas veces sucedía eso, cierto?), pero no cambió mi carácter: hacía amigos sin mayores problemas, era buena en los estudios, querida por los maestros y junto con mi hermana, Elena, seguimos siendo buenas cómplices en casi todas las actividades fuera del colegio. En nuestra familia, ella era la que tenía el don de crear cualquier cosa con las manos: música, pintura, bordado, costura, cerámica, en fin, todo! Yo la seguía en esas aventuras con la esperanza de que algo se me pegara pero ni la música, ni la pintura, ni la cerámica, ni la costura parecían haber nacido para mi. Sólo con el punto de cruz y el ganchillo me consideraba buena, a tal punto de haber hecho varios cuadros y centros de mesa para mi mamá (todavía los tiene guindados y eso me enorgullece!). Cabe señalar que mi madre era una experta en tejer con 2 agujas y que mi tía (su hermana) además de bordar y tejer, trabajaba en una fábrica de confecciones local y en sus ratos libres se dedicaba a realizar toda clase de decoración y vestimenta para su casa y familiares. Siempre fue una inspiración para mi porque todo lo que tocaba, lo convertía en algo bonito (lo mismo que le pasaba a mi hermana!).

Pasaron los años, y nada cambiaba en mi vida artística. Cuando regresé a Italia en el 2004, después de haber trabajado una temporada en un hotel en México, me inscribí en un curso de patchwork que organizaba una tienda de mi ciudad natal. Mi tía me animó, dado que conocía a la dueña y dijo que seguramente me iba a gustar. Tomen en cuenta de que no tenía máquina de coser y la única que había en la casa de mi abuela era una a pedal, que ella sabía manejar a ciegas, puesto que toda la vida elaboró ropa para sus hijos, nietos y bisnietos, pero que yo hacía que cosiera para atrás cuando quería que avanzara y avanzaba cuando quería que fuera para atrás! No había acabado el primer día de curso, que estaba más emocionada que nunca! La dueña de la tienda terminó prestándome una máquina de las que usábamos en el curso, que llevé a casa e instalé en la sala de mi abuela (casi se muere al saber que prácticamente por una semana iba a tener ocupada su mesa principal con telas, hilos y demás utensilios hehehe). El resultado del curso? Un bello tapiz que mantengo guindado en mi casa y el amor por el patchwork que sólo ha ido creciendo a lo largo de estos años!

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