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Tag: ideas

Navidad

Proyecto de la Amistad

El ser humano es considerado un animal social y el año pasado nos hizo sentir cuán importante es, para cada uno de nosotros, el poder relacionarnos con nuestro círculo cercano. La falta de libertad de movimiento, el tener que estar distanciados de los demás y los restaurantes inhabilitados para comer en el local fue lo más difícil de toda esta pandemia, a nivel personal. Realmente extraño estar en contacto con mis amigos, compartir un buen café o entablar una conversación cara a cara.

Lo bueno de todo esto, es que me hizo pensar en las maravillosas amistades que he logrado cosechar desde mi llegada a Panamá, 11 atrás, y de las muchas ocasiones en que disfruté su compañía. Siempre hemos tratado de reunirnos para celebrar un cumpleaños, algún evento especial, una reunión en casa o una simple llamada para ver quién estaba disponible para comprtir un pedazo de torta y charlar! Y así decidí realizar algo para cada una de ellas…

Vi este mini quilt en la cuenta de instagram de Fat Quarter Shop, @fatquartershop (siempre tienen buenas ideas y proyectos, además de contar con una tienda increíble!) y lo consideré perfecto, puesto que a) tendré bastante tiempo para realizarlos y no son tan comprometedores, b) cada año lo usarán y se acordarán de mi (modestamente hehehe) y c) la Navidad es algo que a todos les gusta y llena de felicidad. Además, cada quien podrá darle el uso que desee: colgarlo, usarlo como centro de mesa, exhibirlo cerca del nacimiento, etc. 

Todas las telas verdes las encontré entre mis retazos y las blancas las compraré especialmente puesto que es un color que no acostumbro a utilizar (aunque siempre me hayan gustado los trabajos que veo que tengan fondo blanco). Por ahora corté dos fat quarters (cuartos de yarda) que encontré en mi inventario para ver si adelanto algunas líneas, mientras llegan las demás. Para aprovechar al máximo mis retazos, corté las telas en dos medidas, 3 y 4 pulgadas de alto, ultilizando una regla especial a forma de pirámide (tumbler, en inglés) para que los cortes sean precisos y rápidos. No es la regla que ellos promocionan, sino que es una que ya tenía para otro diseño pero sirve para el mismo propósito, puesto que se van a necesitar dos tipos de pirámides: uno angosto y otro más ancho. En total, serán 7 mini quilts con los retazos grandes y 14 mini quilts con retazos pequeños. Ya después pensaré en las telas marrones para el tronco y en las que colocaré en el reverso…

Quise probar a coser las filas más largas, donde se necesitara solamente una pieza de tela blanca en cada lado, porque la idea es de utilizar varios diseños de telas blancas para darle un toque de patchwork ahí también. Me gusta como se ve el resultado parcial: aunque los verdes sean tan diferentes entre sí, armonizan muy bien juntos. Es la magia de los retazos o scraps: mientras más diversos, mejor!

Y ustedes: han hecho cosas para sus amigos, para que siempre queden en sus memorias? Me encantaría que compartieran conmigo…

Cuídense mucho y feliz semana,

Marina

Costura

Selvages (o selvedges)

Son los orillos de la tela, donde generalmente está la información del diseñador, el nombre de la colección, año de fabricación, fabricante, nombre y número del diseño y la paleta de colores utilizada en la elaboración de esa tela en específico. Toda esa información resulta útil a la hora de buscar la misma tela o los demás diseños que componen la misma colección. Además, está terminados de una manera tal que no se deshilachan. Lo que me fascina de utilizarlos, es que no sólo revivo las telas que compré, sino que me divierte al ver la cantidad de colores que se usaron en cada tela y las diferentes formas con que son representados esos colores.

Aún cuando mucha gente no los utiliza, existe mucha gente que le saca provecho a esos orillos. A la final, es como tener un bono extra con cada pedazo de tela comprada… Confieso que al principio, yo formaba parte del primer grupo, pero a medida que fui conociendo más de este maravilloso hobby, me pasé para el segundo grupo, lamentando haber botado los orillos en el pasado.

Al ser lento el proceso de coleccionar selvages, me resulta muy útil aprovechar la generosidad de aquellas personas que no los usan pero los guardan para los que sí lo hacen, así que no pierdo la ocasión de comprar o pagar por el envío (dependiendo de cada persona) de lotes enteros de orillos, que al recibirlos los paso uno a uno (como un coleccionista de estampillas!), para deleitarme la vista primero, y que después procedo a lavar, planchar y organizar como todos mir orillos propios. Una chica, además de regalarme una caja completa de orillos, me envió varios retazos grandes de telas tabién y, por si fuera poco, un estupendo libro sobre cómo trabajar con los orillos y realizar colchas de estilo moderno: fue como morir y volver a nacer!

En el momento en que los plancho, aprovecho y me fijo si el borde está entero o si presenta síntomas de corte o alguna falla en la fabricación, puesto que de eso depende que mi proyecto no se vea perjudicado si algún pedazo de tela se deshilacha o desprende del resto.

PREPARACIÓN

Como ya dije, para mí los orillos son exactamente como cualquier otro pedazo de tela y les doy el mismo tratamiento, antes de clasificarlos. Si provienen de mis telas, obviamente ya están lavados y planchados, por lo que sólo tengo que cortarlos de la tela principal (generalmente los corto a 2 cm. del borde blanco; si se trata del lado que notiene ese borde, entonces los corto a 3 cm. de la orilla de la tela). No los corto hasta tanto no tener que utilizar el pedazo de tela en cuestión, puesto que puede ser, como en el caso de las tiras de los gorros médicos que estoy haciendo últimamente, que necesito el ancho completo de la tela y entonces no podría cortar el orillo. Hay personas que cortan 1/4″ por encima del borde blanco para que, al coser los orillos, no se vea ningún diseño de la tela sino solamente la parte escrita. Ya eso es a gusto de cada quien. Comparto la opinión que dice que mientras más pequeñas sean las baldosas, menor deberá ser la tela mostrada y las baldosas más grandes, lucirán mejor con mayor tela a la vista. Tampoco todos los orillos deben ser del mismo tamaño: es agradable ver un poco de variedad y la mía la obtengo precisamente de esa adquisición de orillos de otras personas.

Una vez que ya tengo los orillos separados, los coloco en una caja para dejar la clasificación para cuando exista ya un volumen considerable. No suelo dividirlos por color, puesto que generalmente los selecciono al azar y si necesitara algún color en especial, pues lo busco entre los orillos disponibles, así que prefiero dividirlos por tamaños para utilizar en cada proyecto la longitud adecuada y desperdiciar lo menos posible. Mi criterio de clasificación es el siguiente:

  • Menos de 5″
  • Entre 5″y 10″
  • Entre 10″ y 15″
  • Entre 15″ y 20″
  • Más de 20″
  • Diseñadores famosos (Kaffee Fasset Collective, Pat Bravo, Amy Butler, Tula Pink, Lotta Jansdotter, etc.)
  • Navidad
  • Orillos con restricción de ventas (algunas telas están hechas solamente para uso personal y no para la venta, así que esas automáticamente pasan a ser mías!)

COSER LOS ORILLOS

Como en casi todo mi aprendizaje, aprendí a coser los orillos por intuición y, al leer el libro que me regalaron, me di cuenta de que empezaba por el lado equivocado, haciéndome las cosas un poco más difíciles (por qué no se me habría ocurrido invertir el orden?).

Lo primero que hay que hacer, es conseguirse un pedazo de tela (preferiblemente delgada, pudiendo ser una que no nos guste puesto que nadie la va a ver: es la ocasión esperada para utilizar cualquier pedazo de tela tengamos en nuestro poder!) en donde comenzar a coser los orillos. Deberá ser del tamaño necesario para elaborar el proyecto en cuestión o un poco más grande puesto que después se recortará a la medida deseada. Hay veces en que se utiliza la misma tela que se usará en la colcha, por ejemplo, si la baldosa no estará totalmente recubierta de selvages. Cuando yo elaboro mis botas o individuales con los orillos, por ejemplo, de una vez coloco detrás de la base que utilizaré, la tela del interior de la bota o el reverso del individual, para que a cada costura se vaya acolchando el todo y quede practicamente terminado un lado y el otro al mismo tiempo.

Si el objeto que se desea realizar no amerita una base sobre la cual coser los orillos (porque es muy pequeño o porque no involucra un borde todo alrededor, por ejemplo), se pueden seguir las siguientes instrucciones sin necesidad de un pedazo de tela.

Lo primero que hay que hacer es conseguir todos los materiales necesarios y disponerlos sobre la mesa de trabajo. De esta forma se podrá chequear que no falte nada. En mi caso, para explicarles la técnica de costura de los orillos, he decidido hacer un posavasos (si no se cose alrededor del borde sino que se rellena, se obtiene un lindo alfiletero), así que lo que necesito es un pedazo de tela de 5″x5″, un retazo de tela blanca (o del mismo color de los orillos que se vayan a usar) de 1″x5″ y varios orillos de mínimo 5″ de largo, que precedentemente he cortado a 1/4″ del borde blanco del orillo mismo. Yo voy a utilizar toda la superficie del orillo, no sólo la parte en donde aparecen los colores. 

Se empieza con el retazo de tela blanca (en este caso en particular, pero pudiera ser cualquiera) y se sobrepone un orillo a una distancia de 1/4″ del borde superior. No hay que escatimar en este sentido porque, como lo mencioné antes, es demasiado doloroso ver un producto terminado que se dañe al lavarlo o usarlo porque la costura simplemente no agarró la cantidad de tela suficiente en ambos lados (ya me pasó con mi primer mantel y quería llorar!). Yo personalmente, prefiero planchar con vapor a cada sobrepuesta de material porque de esta forma las dos telas quedan bien unidas y no es necesario engomarlas o fijarlas de otra manera. Se procede a coser, preferiblemente con el hilo del mismo color del borde (al ser casi todos blancos, yo utilizo un hilo beige claro para que no distraiga la atención de la información impresa en el borde), a 1/8″ de distancia de la orilla de la tela. Yo me encuentro mejor cosiendo con los bordes sellados mirando hacia mi derecha porque me parece que controlo más la situación. Este proceso se repite hasta completar la baldosa que estamos haciendo.

Una vez completada la baldosa, se procede a recortarla del tamaño deseado, como una baldosa común y corriente. En este caso específico, rebajé el pedazo de tela a 4,5″ por lado, del mismo modo que hice con la baldosa de los orillos, porque me parecía muy grande. Colocamos ambas telas cara a cara con los lados derechos entre sí, cosemos todo alrededor a una distancia de 1/4″ dejando una abertura para poder voltear la pieza, cortamos las esquinas y volteamos. De esta forma obtenemos un cuadrado de 4″ de lado. Planchamos y cerramos la abertura costureando todo alrededor. Y ya tenemos nuestro hermoso posavasos o, como dije antes, si después de voltearlo lo rellenamos con el elleno que más nos gusta (las cáscaras de nueces machacadas es lo que se está usando recientemente para los alfileteros) y cerramos la abertura a mano, tendremos un colorido y original alfiletero.

ALGUNAS DE MIS CREACIONES

Aunque básicamente se puede hacer cualquier cosa con los orillos, como si fueran tiras regulares de tela, se prestan muy bien para objetos que necesiten una estructura más rígida, como bolsos, individuales, adornos, artículos para el hogar, cojines, o que se aproveche de la necesidad de coser a cortas distancias para crear el acolchado de una sóla vez.

Entre las cosas que he realizado, les muestro algunas, para que puedan tener un motivo de inspiración para sus próximos proyectos.

Moda

Influencia panameña

Desde antes de venir a vivir a Panamá, conocía las molas. Y sabía que eran realizadas por culturas indígenas de Colombia y Panamá, aunque desconocía que formaba parte de su vestimenta (tenía el concepto errado que se tratase de una manifestación srtesanal solamente): nuestra amiga María nos había regalado un forro para cojín que ella había realizado con una mola comprada en Colombia y que yo utililzaba sobre una mesita de noche porque no tenía un cojín de ese tamaño. Cada vez que observo una mola quedo asombrada por los detalles, la dedicación, la técnica, el diseño, la fantasía y la paciencia que estas mujeres deben de tener al confeccionarlas para después elaborar sus blusas. Hay que pensar que en cada blusa se utilizan dos molas “iguales” (una en la parte frontal y otra en el reverso).

Al llegar a Panamá, y visitar ferias de artesanía tanto en la capital como en la provincia, volví a sentir la hermosa sensación de descubrir obras de arte. No pasaba evento al cual no asistiese para “cazar” mis tesoros. Y la verdad es que hasta ahora he logrado reunir un buen número de molas, muy diferentes entre sí porque me gustan las rarezas. Una de las que más me gusta representa un Rey y una Reina de un mazo de naipes/cartas con unos detalles increíbles. Cual fue mi alegría al descubrir que no solamente en las ferias anuales podía comprar tales bellezas, sino en los mercados artesanales que había empezado a visitar para buscar los trajes típicos de mis hijos para el colegio (la verdad que resultaba bastante lógico pensar que fuera así, pero por algún motivo no había llegado a pensarlo hehehe).

La parte difícil es “deshacerme” de ellas para convertirlas en “algo”. Algunas las había comprado para decorar el cuarto de los chicos (se me pasaron las ganas al pensar que necesito un taladro para colgar algo en las paredes y no un simple martillo!), porque representan un Diablo Rojo (bus tradicional de Panamá) y un avión lleno de personas y animales. Otras las quería para mi, pero no puedo hacerme solamente bolsos (yo los maltrato hahaha!). En ese entonces no sabía colocar zipper así que estaban descartados los cojines… Y a la final, están todas guardaditas en una caja, esperando me llegue una iluminación!

De los Emberá Wounaan no conocía absolutamente nada, pero visitando las ferias empiezas a darte cuenta cuándo algo proviene de su cultura: los colores en los atuendos y una cestería refinada son características que enamoran a cualquier amante de lo autóctono. Hay algo que me gusta mucho de ellos y que cuando las tengo enfrente, no logro decidir cuál de ellas es la más bonita: unas máscaras de animales que nosotros colgamos de las paredes, pero que ellos utilizan precisamente como lo que son, máscaras! 

En una ocasión hallé varias molas más pequeñas (nunca le había puesto mucha atención a ese tipo de producto, enfocada como estaba en las molas tradicionales), algunas de ellas geométricas, otras de animales. 3 de ellas representaban unos gatos, e inmediatamente supe que las usaría para regalar a alguien amante de los felinos. Unos años más tarde, mi partera alemana vino a visitarnos a Panamá y le hice un bolso cruzado con dos de esas molas “gatunas”. Era una buena ocasión para que apreciara el arte local unido a algo moderno y útil. Con otra mola, hice otro bolso parecido al de ella, para que se lo llevara a una señora casi vecina nuestra, mientras vivíamos en Alemania, y que fue como una tía para nosotros. Ambas tenían gatos en la casa así que el éxito estaba asegurado! Para la mola de ardilla, encontré una tela dentro de mi selección, que estaba más que perfecta: unas avellanas! Si lo hubiese querido hacer a propósito, no lo hubiese logrado. Y así realicé varios bolsos similares, que aunque no pueden ser considerados “artesanías”, ayudan en la divulgación del patrimonío cultural panameño.

De los Kunas, no sólo aprendí a incorporar sus molas en mis productos, sino también las cintas que utilizan en la elaboración de sus blusas, justo encima de donde la mola viene cosida a la tela. La verdad es que fue pura coincidencia que dí con ellas, puesto que estaba haciendo mis compras “habituales” en una mercería del centro y como siempre tiendo a comprar más de la cuenta (léase lo-que-me-pueda-servir-algún-día), así que me llevé unas cuantas cintas muy coloridas. Qué creen? Resultaron divinas en mis bolsos Karina, añadiéndoles ese toque tan especial que las hacen realmente únicas (estrellita roja aparte).

Unos años más tarde, una amiga me pidió sugerencias para poder regalar a unas españolas que venieron por trabajo a Panamá, algo que fuera “típico” pero funcional, y preferiblemente que lo pudieran utilizar al regresar a España. Hicimos un inventario de la oferta local y, aparte los llaveros, ceniceros, molas sueltas, bolsos de molas, collares de perlas y demás muestras de artesanías, fue difícil conseguir algo que pudiera servir a las casi 2 docenas de personas de la misma manera, y conservando además la personalidad necesaria para que cada una se sintiera identificada con su estilo. Fue ahí donde me acordé que había visto unas bufandas “infinitas”, realizadas con tres telas diferentes y que se colocaban con dos vueltas alrededor del cuello, mostrando mayormente la tela favorita, pero luciendo al mismo tiempo las otras dos al mismo tiempo. La idea fue aprobada para que se realizaran con las telas que utilizan las etnias Kuna y Emberá Wounaan en la realización de sus faldas.

Era la primera vez que trabajaría con dichas telas y la curiosidad era muy grande. Cuando fui a comprarlas, me costó ubicar el pequeño local que me habían descrito, ubicado en un sótano, cerca del Casco Antiguo, pero cuando entré me sorprendió la variedad de diseños que habían y al no necesitar pedazos muy grandes, pude zambullirme en el cajón de los retazos donde la diversidad de patrones era aún más grande. Zebras, cocodrilos, ranas, flores, tucanes, parecían estar ahí esperándone! Resultado? Llegué a la casa con una bolsa llena de tela azul y muticolor, lista para empezar a combinarlas.

Confieso que resultó más agradable trabajar con la tela de los Kunas porque se asemeja a las telas batiks de Indonesia, mientras que la de los Emberá Wounaan (la paruma) resultó complicada porque se le corren los hilos con extrema facilidad y por ende el dibujo ya no queda parejo. En algunas de las piezas kunas, utilicé también retazos de la tela roja que las indígenas utilizan para cubrirse la cabeza. El contraste es bastante interesante. En algunas telas los patrones me recordaban motivos del sur de España, donde se respira todavía la influencia árabe.

El resultado fue extraordinario, no sólo por el producto como tal (al parecer las señoras quedaron encantadas con el regalo que recibieron), sino porque además quise que en el empaque estuviera una pequeña reseña acerca de cada una de las culturas (según el caso). Considero importante conocer algunos datos del país que se visita, y más si se pueden aprender de una forma placentera y divertida.

Después de esta experiencia, he realizado varios de mis productos con tela kuna (que como dije es más resistente y fácil de trabajar que la paruma), como los porta-cargadores y las cartucheras/lapiceras. Le agregan ese toque de originalidad a las cosas que los hacen diferentes del resto del grupo y que puede representar un pedacito de Panamá aún en objetos que no son considerados tradicionales.

¡QUE VIVA PANAMÁ!

Decoración

Tela hecha arte

El trabajo de todo quilter gira alrededor de los quilts o colchas, y si bien pueden parecer iguales a las mantas, no lo son. De hecho, en muchos lugares, llamar manta (blanket) a una colcha (quilt) es ofender el trabajo de quien la realizó. Son obras de arte en todo su significado y requieren de mucho trabajo, talento, dedicación y paciencia para realizarlas. Personalmente, desearía haber realizado muchas más colchas a lo largo de toda mi vida, pero por una razón u otra, no fue así. Considero que es como tener un enorme lienzo blanco en donde poder plasmar las emociones que en ese momento tenemos, bien sea por las telas que utilizamos, la persona quién nos comisionó el trabajo o la persona a quién irá destinado. Muchas cosas influyen a la hora de escoger el modelo que se quiere realizar.

Pero como decía, por vivir en un país con clima cálido, donde las colchas no son necesarias, esas emociones para realizarlas tuve que dirigirlas hacia otros productos, con superficies no tan grandes. Hasta que un día caí en cuenta que lo más parecido a un lienzo en blanco, por la semejanza a una colcha, era precisamente un lienzo en blanco. Puede sonar redundante y hasta demasiado lógico, pero nunca se me había ocurrido antes: no se necesita realizar un sandwich (tope, guata, fondo) y por ende un acolchado (ahorro de tiempo y de costo final), puedo igualmente expresar lo que siento según la ocasión, es un formato discretamente grande donde desplayarme, hay mucha costura involucrada (la selección de telas y la realización del motivo es lo que más me gusta del proceso creativo!) y mucha gente lo puede admirar, puesto que va colgado de una pared. Además, puedo colocar una dedicatoria y la fecha de entrega en la parte trasera del lienzo, sin que eso esté en una tarjeta o papel aparte, con el riesgo de que se pierda. Mi famosa engrapadora de tapicería resultó, una vez más, muy útil en el proceso.

El primero que recuerdo haber hecho, como obra de arte en serio, fue “Caos Urbano”, en el 2011. El nombre se lo di porque, visto de lejos, las telas hacen un juego de luces como si se tratasen de habitaciones iluminadas en una ciudad (tal vez el valle de Caracas influenció en esa decisión). Lo diseñé pensando en la habitación que estábamos remodelando en la posada de la cual éramos socios, aprovechando la ausencia de nuestro socio. Queríamos darle una sorpresa, y lo logramos! Fue la habitación más asolicitada por los huéspedes y de ahí en adelante, ninguna otra habitación tendría jamás las paredes blancas de nuevo hehehe. La verdad es que me divertí mucho haciéndolo, especialmente porque no utilicé algún patrón sino  una idea que tenía en la cabeza, y aunque no resultó como lo había pensado lo resolví con un poco de cálculo, geometría y telas adicionales. Ahora está colgado en el pasillo de mi habitación y lo disfruto cada vez que entro.

Unos meses más tarde, hice este otro para alegrar el cuarto de una compañera de trabajo. Utilicé unos retazos de tela que me habían regalado en Italia, bastante más gruesos de lo acostumbrado, y a medida que fui disponiendo y cosiendo las telas, se me parecía cada vez más a las siluetas de unos rascacielos en pleno atardecer (cielo rojo hacia el azul). Nunca llegué a ponerle nombre pero me gustaba el efecto; tanto es así que le puse un bordecito gris para simular una calle.

De ahí en adelante, cada vez que alguien se mudaba, le regalaba un cuadro para que le alegrara algún espacio. Éste, por ejemplo, se lo dí a la misma compañera de trabajo, un año más tarde, cuando se mudó a un apartamento completo. No hubo mucho raciocinio involucrado, sino más bien buscaba combinaciones alegres de colores y diseños. Me gustó el hecho de que las telas tuvieran los diseños grandes, que destacaran entre sí.

En el 2013, se graduó mi hermano de la universidad y quise darle algo que no fuera el mismo bolígrafo de siempre. Algo que le recordara cuánto lo quiero a pesar de las peleas que tuvimos (y que seguiremos teniendo porque no la pensamos igual hahaha). En Facebook había visto ya varias colchas con corazones hechos de tiras y decidí que ese iba a ser mi diseño. Lo dibujé primero en papel, para calcular cuántas baldosas y de qué tamaño las necesitaba, según el tamaño del lienzo más grande que había podido encontrar. Después me divertí a revisar TODAS mis telas rojas y negras para cortar las tiras necesarias (no las corté del mismo tamaño sino que aproveché esa diversidad para utilizar todas las que ya estaban cortadas). Recuerdo que cuando terminé las baldosas hice varias pruebas para el borde, pero ninguna me convencía, hasta que le pregunté a mi madre (siempre tiene un punto de vista diferente del mío, sin ser lógico para mí) y con extrema naturalidad me dijo: amarillo! Yo trataba de buscar en mi cabeza dónde algo rojo con negro podía combinar con amarillo, pero cuando coloqué la tela cerca… voilá! La combinación perfecta! Enmarca perfectamente el corazón, agregándole alegría, sin restarle importancia al diseño principal. Me gustó ver que a mi hermano le agradó el regalo y lo tuvo siempre colgado en su cuarto, hasta el día en que se mudó. Próximamente volverá a tenerlo cerca…

Estoy consciente de que hay artistas textiles que superan con creces mis lienzos, tanto en belleza, complejidad y técnica. Pero me gusta lo que he hecho hasta ahora y que haya gente que lo aprecia. Todavía tengo unos cuantos lienzos disponibles por ahí que desean ser utilizados, y creo que uno de ellos lo llenaré con esta composición. Compré estos triángulos en batik hace años y nunca los utilicé. Son unas de mis telas favoritas puesto que se estampan a mano y cada uno termina saliendo diferente del otro: no hay dos iguales! Me recuerda un poco las olas del mar y tal vez aprovecharé para realizar algún bordado en los espacios vacíos. Siempre me he sentido intimidada con el bordado a “manos libres”: ya veremos qué sale de todo esto!

DIY

Tabla de planchar DIY

Recuerdo que desde muy joven, junto con mi hermana Elena, nos gustaba experimentar cosas nuevas y construir nuestras propios juguetes. Teníamos 3 manuales de Disney en donde los tres sobrinos de Pato Donald te guiaban como si fueras un explorador, por diversos caminos, y tenías que poner en práctica muchas técnicas de sobrevivencia… cuánto nos divertíamos! Creo que realizamos cada uno de esos experimentos… Hoy en día las cosas son un poco diferentes y a los niños promedio, especialmente si viven en una gran ciudad, no les gusta realizar cosas manuales o tener que resolver acertijos. Ese contínuo experimentar sigue habitando en mi, tanto es así que no pierdo la oportunidad de comprar cualquier libro de decoración del hogar que se me cruce y que permita poner a prueba mis habilidades para crear mi propio espacio. Antes de casarme, recuerdo cómo me divertí amueblando y decorando una habitación en el sótano de la casa de mi abuela que estaba destinada a ser mi primer atelier, con las paredes verde manzana (uno de mis colores favoritos) y una pared a rayas multicolores (mi gran orgullo!), junto a toda una serie de muebles de Ikea (desde siempre una de mis tiendas preferidas). Prometo colocarles una foto aquí en lo que las encuentre (con tantos discos duros que pasaron por mi vida desde aquél entonces, es difícil encontrar la carpeta correcta, desafortunadamente!).

En nuestra mudanza internacional, una de las piezas que llegaron a Panamá fue un mueble de planchar que una muy querida amiga nuestra, María, nos había heredado cuando también partió de Venezuela. Durante los primeros años aquí, la había usado así tal cual como estaba, sin prestarle mayor atención, guardando muchas telas en sus estantes. Al mudarnos al apartamento, hace 4 años, había terminado en el depósito del sótano, prácticamente olvidada, puesto que ya no me dedicaba a la costura.

No fue sino hasta este año, creo que por culpa de la pandemia, que me acordé de ella y quise volver a usarla. Después de limpiarla, me dieron ganas de darle un nuevo look, especialmente porque la tela estaba algo seca y no olía de lo mejor (demasiado encierro!). Obviamente no sabía por dónde empezar, y sabía que no podía hacerlo de cualquier manera porque la mesa de planchar es algo serio, donde se acumula mucho calor y hay agua involucrada. Decidí entonces consultar entre los varios grupos de quilting y patchwork a los que pertenezco en Facebook y, entre todos los consejos que me dieron, armé el rompecabezas.

Primeramente, comenzé a despegar toda la tela que recubría la tabla de madera, tratando de eliminar las grapas que la sujetaban, pero me di cuenta de que jamás iba a poder sacarlas todas puesto que ese lado de la madera era talmente dura que mi destornillador no le hacía ni ñé. Ese lado, además, era el que mejor se presentaba, mientras que el que estaba cubierto por la tela tenía unas grietas (imagino producto del calor) que necesitaba sanear. Aparentemente, el tratamiento que recibió cada lado había sido diferente: el lado con las grietas era más suave para engrapar las telas, pero no podía voltear la tabla puesto que se iban a notar en la parte de abajo.

Así que decidí dejar las cosas como estaban y seguir los consejos que me habían dado. Empecé por abrir todas las grietas hasta dejar visible la madera (que no era madera real sino contraenchapado). Una vez que estuvieron abiertas todas, hasta donde la cubierta de fórmica se dejaba abrir, las nivelé lo más parejo que pude, puesto que parecían colinas.

Seguidamente, preparé una mezcla con pega blanca y crema de afeitar (la verdad no medí la dosis, simplemente al ojo por ciento coloqué la misma cantidad de una y de otra en un recipiente) y con un pincel viejo de mi hija procedí a sellar todas las aberturas con esa mezcla. Me cercioré de que no hubiese ninguna madera expuesta que no hubiese sido cubierta por el pegamento, puesto que de eso dependía de que no se siguiese abriendo con el uso. Dejé que se secara por completo.

Una vez seca, cubrí toda la tabla con papel aluminio, para evitar que la humedad de la plancha dañara ulteriormente la fórmica y la madera. Después, tuve que pedir ayuda a mi esposo para que me ayudara a quitar la tabla del mueble y poder trabajarla “de cabeza” sin tener que levantar todo ese peso y que resultase más cómodo el proceso.

El siguiente paso fue cubrir la tabla con Insul-bright, un relleno especial que generalmente se utiliza en la elaboración de loncheras, guantes para el horno, agarradores, y hasta chaquetas invernales, donde sea necesario mantener la temperatura o repelerla, dependiendo de qué lado se utilice cerca del cuerpo o el alimento. Fue la parte más controversial puesto que unos decían que la parte con aluminio debería ir hacia arriba para que el calor se devolviera hacia la superficie y así la tela recibiría el calor de la plancha más el reflejado por el relleno y otros hacia abajo para evitar que el calor entrase en contacto con la madera. Terminé poniendolo hacia arriba puesto que pensé que debajo de él ya estaba el papel aluminio (crucé los dedos para que mi elección fuese la correcta hahaha!).

Le tocó el turno a la cubierta de lana. Todos coincidieron que debía de colocar de 4 a 5 capas de cualquier cobija de lana que tuviese para que el calor generado por la plancha se propagase de manera uniforme por toda la superficie de planchar y ahí agradecí el hecho de que nunca me deshice de las cosas que mi tía me regaló, aunque no me hubiesen servido en un clima tropical! De las dos que tenía, escogí la menos colorida y procedí a doblarla tantas veces como diera el ancho (en total fueron 4). A la final, utilicé la mitad de la cobija y lo que quedó, lo guardé para utilizarlo en futuros proyectos. Confieso que me sentí un poco culpable al cortarla, puesto que no me gusta dañar las cosas que están en buen estado, pero como era para una justa causa respiré profundo y procedí!

      

El último paso debía ser el forro de tela. Fue una decisión difícil porque sabía que debía ser resistente, preferiblemente con poco diseño para no distraer la atención y que permitiera relajar la vista al utilizar la tabla. Revolví todas las cajas de telas que no fueran las de algodón que utilizo para mis trabajos y me encontré con una tela de rayas que era muy tupida, con buena estructura, comprada en una de esas fábricas famosas en Italia y que parecía decirme “Úsame!”. Me acordé que tenía el forro original de la tabla de planchar que había traído de Alemania y que aquí había sustituido por uno nuevo porque estaba muy manchado, pero el acolchado siempre me había dado una sensación excelente al planchar. Tenía el mismo ancho de mi tabla actual (por eso me había gustado esa tabla alemana: era más ancha que las demás tablas de planchar que había visto en el mercado) así que fijé la tela rosada encima de ese forro y la cosí todo alrededor, dejándole el mismo borde del forro para que pudiese engraparlo a la madera. Una vez más, agradecí mi instinto de comprar cualquier tipo de herramienta “porque tal vez un día pueda necesitarla” y mi engrapadora de tapicería ya me había sacado de más de un apuro creativo.

Mi esposo volvió a colocarme la tabla encima del mueble y… voilá! Ahora tengo una mesa de planchar completamente remodelada y acorde a lo que necesito. Utilizo el palo, que supongo nuestra amiga había pensado para colgar los ganchos de la ropa ya planchada, para pasar el cable de mi mini plancha Oliso, de manera tal que cuando no está en uso no se arrastra por el piso, y cuando la uso me sirve para que no se enrede. Además, las líneas de la tela me ayudan a determinar cuando algo está recto o torcido y eso resulta muy provechoso.

Moraleja: no esperes a encontrar hecho todo lo que necesitas; atrévete a realizarlo! Feliz semana…

 

Costura

Mantel en progreso

Siempre tuve en mente hacer un mantel para el comedor de mi madre, pero esperando la “idea genial” nunca llevé a cabo esa deseo. No fue sino hace unos meses atrás cuando se me presentó frente a mi, a través de instagram, un quilt maravilloso fotografiado sobre una mesa. Juro que pensé se trataba de un mantel, hasta que leí toda la descripción. Quedé sencillamente enamorada y le tomé una foto para mostrársela a mi madre, quien quedó enamorada a su vez. El trabajo en cuestión es de una quilter australiana, @semichaotic (te invito a visitar su cuenta si te gustan los trabajos fuera de lo normal, como bien su nombre lo indica!) y la mezcla de telas y colores que realizó fue, para mi, extraordinaria! Ahí supe que ese era el diseño que me gustaría ver representado en el mantel de mi madre. Obviamente las telas no iban a ser las mismas, pero la idea de que fuera full color me gustó mucho porque ella adora los contrastes fuertes, la decoración mexicana, la mediterránea, la española con mezcla de influencias árabes, la peruana… En fin: cualquier cosa que implique colores llamativos, sin reglas aparentes.

Analizando el diseño, decidí eliminar la baldosa central representada por 4 triángulos en un cuadrado porque quería que se destacara más el diseño de rombos que se creaba en el fondo (ver foto encima del título). Voy a utilizar todos los retazos de telas que tengo a disposición y la medida más obvia que se me cruzó por la cabeza fue la de 2,5″ por lado. Ya veremos cómo quedará en el contexto porque la verdad no quiero baldosas demasiado grandes que distraigan la vista mientras la gente come, sino más bien que fuera algo homogéneo dentro de tanta variedad de telas.

Para aportarle los colores necesarios que le gustan a ella, me voy a enfocar en las telas del diseñador Kaffe Fassett y su colectiva, que muchos ya saben es uno de mis favoritos, y en algunos retazos de telas batiks. Ambos tipos de telas se la llevan muy bien juntos y contrastarían con las demás. Dentro de mis telas de KFC (Kaffe Fassett Collective) había un entramado de flores con fondo verde: ya corté cada cuadrado para obtener así 31 centros de baldosas, los cuales estarán distribuidos por todo el mantel. Todas las baldosas compuestas (triángulo en medio cuadrado y los cuatro triángulos) llevan una tela de KFC o batik y otra tela regular. Es la primera vez que no me importó si ambas telas combinaban o no, porque seguí el mismo consejo que me dio @semichaotic: “mix and don’t match” (mezclar y no combinar) obteniendo algunos resultados verdaderamente sorprendentes!

Para agillizar el trabajo de coser las baldosas de 4 triángulos en un cuadrado, me inventé un método que hasta ahora no recuerdo haber visto en ningún libro (si no es así, ruego me avisen el autor para mencionarlo aquí): a una tira larga de 2,5″de ancho, le fui colocando arriba cuadrados del mismo ancho, con la diagonal trazada, de manera tal que donde terminara una, empezara la otra y así ir cosiendo a ambos lados de todas las diagonales (coser en bias no es muy divertido que digamos y teniendo una base más estable pues es mejor). Resultó mucho más rápido que coser cada cuadrito por individual! Al terminar las costuras, simplemente se corta con la tijera la tira larga a la altura del cuadrito cosido y después a lo largo de la línea trazada con el bolígrafo. De esta forma, se obtienen 2 triángulos en medio cuadrado que al sobreponerlos en sentido contrario (lados derechos juntos) y repitiendo la misma operación anterior, terminamos obteniendo dos baldosas de 4 triángulos en un cuadrado. Hay que sacar bien las cuentas (no como yo que multipliqué por dos los cuadrados necesarios para obtener las baldosas requeridas y terminé con el doble de las baldosas necesarias hahaha!): por cada 2 cuadrados de tela se obtienen 2 triángulos en medio cuadrado o 2 cuatro triángulos en un cuadrado.

Existen varias maneras de obtener los triángulos de medio cuadrado. Las dos más rápidas que encontré, si dispones de retazos grandes y no te importa repetir los diseños, son las de obtener 4 y 8 baldosas respectivamente, a partir de dos cuadrados de tela. La primera (mano izq.), tiene la desventaja que al abrir las baldosas obtenidas, vas a trabajarlas al bias puesto que los lados que quedan al descubierto son las diagonales de las telas. En la segunda (der.), las diagonales son los lados cosidos, así que cuando abres las baldosas, trabajas con los lados rectos de las telas y son más fáciles de trabajar. La verdad es que terminé por no incluir estas baldosas dentro del mantel puesto que, al hacer mal el cálculo y terminando con baldosas en exceso, decidí quedarme con una de cada diseño para no repetirlos y las demás las destinaré para otro proyecto. De todas maneras, fue interesante probar ambas técnicas y saber que existen para cuando necesite producir HST en masa! En internet existen páginas muy buenas en donde detallan las medidas que tienen que tener los cuadrados te tela para obtener baldosas de determinados tamaños. Es siempre preferible trabajar con un poco más de margen y perfilar las baldosas con la cuchilla giratoria al final, que trabajar con medidas exactas porque basta un pequeño desvío con la máquina y las medidas no van a coincidir (especialmente si se cose de noche como yo, que uno tiende a estar más cansado!).

Así lucía mi mesa el primer día que empecé a cortar los retazos y a coser las tiras para formar los 3 cuadrados juntos. Confieso que cada vez que trabajo con “mis” retazos, revivo la historia que hubo detrás de cada tela o los productos que con ella elaboré en su momento… Es como jugar a Memory!

En una primera instancia, había utilizado el software Electric Quilt 5 para diseñar el mantel y saber exactamente cuántas baldosas iba a necesitar y de qué tipo. Por desgracia, tuvimos que formatear mi pc y entre una cosa y otra, ese documento no se guardó para pasarlo a mi viejo laptop, así que tuve que diseñarlo de nuevo. Esta vez, me fui por el sistema tradicional y lo hice con papel y lápiz (menos mal que le había comprado un block de dibujo cuadriculado a mis hijos y ese mismo fue el que utilicé). Al parecer, la primera vez que había diseñado el mantel, había hecho un error de conversión entre centímetros y pulgadas y había calculado más baldosas de las necesarias. Ahora, revisando y corrigiendo mis cálculos, la cantidad que necesito es menor así que prácticamente tengo hechas las baldosas compuestas necesarias para confeccionar un segundo mantel hahaha (será que me hago uno a mi también? No me disgutaría la idea en lo absoluto!): estamos hablando de 29 filas por 33 columnas, para un total de 957 baldosas (127 de 4 triángulos, 224 de triángulos en medio cuadrado y 606 cuadrados).

Alrededor, voy a colocar un borde de 2,5″ de ancho como para que encierre y mantenga las baldosas en orden. Ya tengo las telas vistas, si es que no cambio de opinión una vez esté todo ensamblado (no es raro que eso suceda) como ya me sucedió con el reverso del mantel, puesto que antes pensaba utilizar telas enteras mientras que ahora decidí utilizar un layer cake (pre-cortado de 10″ de lado) que tengo por ahí de KFC en colores rojizos: a la final mi madre tendrá dos manteles en lugar de uno!

Estaré actualizando el progreso para cuando termine de cortar los cuadrados que me faltan y empiece a coser el mantel como tal. Estoy segura de que quedará fabuloso!

Organización

Organización: algunas ideas

Todo trabajo o pasatiempo, requiere una buena organización para que el trabajo pueda desarrollarse más fluidamente y para que las ideas que tengamos en nuestra mente puedan ser fácilmente puestas en acción, logrando así en ambos casos los resultados deseados.

La costura no escapa a esta regla y cada creador tiene un estilo propio de organizar su espacio. Yo nunca tuve un espacio cerrado, completamente dedicado a la costura, por lo que tuve que inventarme, dentro de las posibilidades tanto económicas como de materiales disponibles, una manera de almacenar mis telas y utensilios de tal forma que no estuviesen a la vista, el lugar tuviese un “aire” ordenado (no siempre alcanzable hehehe) y que me permitiese tener al alcance de las manos lo que necesitara. Hoy en día, conociendo un poco las técnicas de organización de Marie Kondo entiendo por qué ella sugiere ordenar todos los elementos de una misma categoría de una sóla vez: de ese modo, se utliza el mismo criterio desde la primera hasta la última pieza, además de poder identificar rápidamente a los duplicados. Cada vez que he tratado de dividir mis materiales, cualquiera que fueran, me doy cuenta de que la vez anterior utilicé un criterio diferente que a lo mejor ahora ya no comparto y tengo que volver a clasificar todo según lo que considero en ese preciso momento. Y eso involucra mucho tiempo, cosa que no siempre sobra.

Casi todas las mesas que utilizo tienen ruedas, para permitirme moverlas fácilmente en caso de necesidad, bien sea que quiero modificar la disposición del estudio o que quiera alcanzar algo que coloqué debajo o detrás de ellas. Los muebles de Ikea siempre han sido mis mejores aliados en ese propósito, junto con sus soluciones para almacenar y organizar toda la casa. Lástima que aquí no exista una tienda Ikea, pero casi todo lo que tengo me lo traje en mi mudanza y me ha durado ya más de 15 años.

Por vivir en una ciudad grande, con mucha contaminación ambiental (por más que mantengamos las ventanas cerradas prácticamente todo el día), no es conveniente para mí almacenar mis telas en repisas como he visto que otros quilters hacen: es demasiado el polvo que se deposita en cada superficie de la casa y eso conllevaría a que las telas se ensuciaran. Así que decidí utilizar cajas grandes de plástico para guardar todos los pedazos de tela que sean mínimo de una yarda. A medida que mi inventario fue creciendo, dividí las telas por color, identificando cada caja con una etiqueta para que pudiera ir directamente a la caja que contenía la tela que estaba buscando. Mientras más se usa el propio inventario, más se tiene conocimiento de lo que se posee (así como cuando un niño está reuniendo las barajitas de un album y sabe exáctamente cuáles tiene y cuáles no, a pesar de que el album contenga unas 500 piezas diferentes!) y se localiza con bastante facilidad. Las telas para niños, las de Navidad y los batiks/orientales/diseñadores tienen una caja aparte, sin importar los colores puesto que es el género lo que más me interesa aquí.

Las telas que no son las tradicionales, sino que son de tapicería, jersey, lycra, para cortinas, jeans, cuero o de cualquier otro tipo de material, también las almaceno en esas cajas grandes, pero por separado, porque tienen unos usos más específicos y las uso menos. Eso sí: tela que entra a mi casa no se bota! Tarde o temprano se le encontrará un uso para cada una de ellas, así como los desechos de tela, producto de los cortes que hago, también los guardo para ser luego utilizados como relleno de camas para mascotas o puffs. Las madejas de hilo y lana que compré en Italia para realizar accesorios para el invierno, también están guardados en este tipo de cajas y dos contenedores de lata grandes, con tapa. Nunca más los usé desde que llegamos a Panamá pero estoy segura de que volveré a usarlos, tarde o temprano…

Este año, empecé a sacar los pedazos que no llegan a tener una medida mínima de 22×18 pulgadas (es decir, un fat quarter en inglés o lo que se conoce como un cuarto de yarda “gordo”, porque el verdadero cuarto de yarda sería 44×9 pulgadas pero no rinde mucho si que quiere trabajar con retazos más grandes de 9″ de ancho) y los estoy guardando en otras cajas de plástico más pequeñas pero siempre con tapa, para saber que si los veo ahí sé que no tengo mucha tela para usar. Estos retazos no están divididos por colores aún, puesto que no he revisado todas las cajas que tengo sino que los voy sacando a medida que aparecen. Pero dentro de la caja sí los voy ordenando cromáticamente (el ojo también quiere su parte para inspirarse!). 

Esas mismas cajas las uso también para guardar todo el material que se refiere a un proyecto en específico, para tener a mano las telas que estoy usando (y evitar así usarlas para otro proyecto), las piezas que ya corté y las que terminé, esperando poder ensamblar todo para terminar el producto. De esta forma, está protegido, fácilmente identificable y no ocupa mayor espacio. He leído que varias personas utilizan cajas nuevas de cartón como las que se usan para entregar pizza a domicilio puesto que son cuadradas, robustas y los bloques que se van terminando de una colcha o proyecto se mantienen bien estiradas en ese tipo de contenedores.

Para los retazos más pequeños, utilizo cajas plásticas más pequeñas que las otras (generalmente utilizo contenedores tipo Tupperware o donde vengan algunos alimentos -las cajas de las galletas Milano son magníficas para ésto-) y los clasifico por tipo:

  1. Retazos sin forma definida (por color)
  2. Tiras (por el largo)
  3. Cuadrados (por tamaño)
  4. Tiras de media pulgada de ancho (por color)
  5. Navidad (siempre tiene una caja aparte del resto de las demás telas, por tratarse de una época del año muy particular)
  6. Salvedges o bordes de las telas (por el largo)

También uso muchas bolsitas tipo zip-loc puesto que son prácticas al mantener juntos todos los retazos de una misma clasificación: una caja de plástico puede contener varios formatos, seprados precisamente por ese tipo de bolsas plásticas.

Los precuts o precortados, como los jelly rolls, los charm packs y los mini charm packs, los tengo en una gaveta de un gavetero de plástico, más bien divididos en “uso personal” y “uso para terceros”: hay algunos que tienen un lugar especial en mi corazoncito y algún día los convertiré en algo para mí hehehe.

Las guatas y cualquier otro tipo de material que uso para acolchar, están colocados en otras cajas dentro de mi armario. Son piezas muy voluminosas y es difícil almacenarlas, además que conviene comprarlas por rollos cuando se pueda, porque así son más variados los usos que se les pueden dar.

En una estantería con cajas apilables guardo todo el hardware para  elaborar bolsos (cremalleras, asas o mangos, cintas, anillos, botones magnéticos, etc.), hilo para bordar, patrones, chaquiras (las cajas plásticas para las medicinas funcionan muy bien!) y casi todo lo que necesito para embellecer mis trabajos. Honestamente, quiero cambiar ese tipo de caja abierto por cajas cerradas puesto que todo lo que está ahí se llena de polvo fácilmente.

Los hilos los tengo sobre la mesa de coser, en una caja de lata que me regaló mi ex jefa en Alemania y en varias otras cajas de plástico con tapa, mientras que las tijeras y las cuchillas están en una cesta pegada de la pared, sobre mi mesa de corte. Sobre esa misma mesa, en una repisa, están los libros que más consulto, junto con las distintas reglas y tapetes de corte más pequeños (uno de ellos es el resultado del mal embalaje realizado por la empresa que nos hizo la mudanza: cuando desembalamos la caja, os dimos cuenta que lo habían doblado a la mitad, rompiéndose!). Para guardar los patrones que compro y que descargo en PDF utilizo una carpeta con hojas plásticas tipo sobre, de esta manera veo rápidamente lo que hay en cada una de ellas.

No siempre las cosas terminan estando donde uno pensaba que iban a estar, especialmente porque a medida que se trabaja, es que nos vamos dando cuenta si algo es práctico o no, si es mejor guardarlo de otra manera o cambiarlo de lugar, y no hay que sentirse mal por eso sino realizar los cambios necesarios para funcionar mejor. Lo que sí es importante es darle un lugar a cada cosa y que cada cosa esté en su lugar, de lo contrario nos pasaremos el tiempo buscando en lugar de producir.

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